
Hoy, dado que estamos en pleno invierno, hace mucho frío, y los primeros resfriados empiezan a aparecer, quiero hablarte de la miel.
Todos sabemos que la miel es un alimento natural producido por las abejas a partir del néctar de las flores, y que desde la antigüedad se habla de que tiene beneficios nutritivos y curativos, atribuidos a su poder antimicrobiano, antiinflamatorio y cicatrizante.
Pero ¿hasta qué punto existen estudios científicos que avalen estas cualidades? Pues bien, la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) no aprueba que la miel tenga estas cualidades. Además, otro estudio publicado que buscaba la efectividad de la miel para la tos aguda en niños no ha conseguido demostrarlo.
Así que, aunque tenga componentes asociados a algunos beneficios no está claro que los efectos se alcancen.
Sin embargo, lo que si está claro es que la miel es un alimento compuesto por un 80% de azúcares ( glucosa, fructosa, etc), y que la OMS describe estos como azúcares libres.
Es por ello que debes evitar darle miel a tu bebé hasta al menos los 2 años, y pasada esa edad controlar su consumo, ya que:
- El consumo frecuente de azúcares libres puede causar adicción en niños.
- Los altos niveles de azúcar en sangre hacen que el bebé se sobreestimule y se active más de lo normal.
- Interviene negativamente en esta etapa donde el bebé está adquiriendo el patrón gustativo.
- Su consumo prolongado y frecuente puede conllevar a sobrepeso u obesidad, diabetes tipo II y por supuesto caries, enfermedades que tienen como denominador común el azúcar.
- Existe riesgo de Botulismo en bebés menores de un año que consumen miel, dado que puede contener esporas de una bacteria llamada Clostridium que al llegar al intestino libera una toxina que paraliza los músculos.
Así que RECUERDA no agregar miel al agua del bebé, ni endulzar sus comidas o la leche con ella y tampoco colocarla en ningún chupete.